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Esa semana que Alice había vuelto a París había sido para visitar viejos y nuevos amigos y por que al día siguiente era la premier de su película. Había invitado a todos pero nadie podía, ni siquiera Breana. Paul, obviamente, iba a ir, iba a ser todos sus esfuerzos por asistir ya que estaban en gira de nuevo.
Esa semana la había pasado de lo más melancólica posible. No había recibido ninguna llamada de Paul, esperaba de verdad que pudiera estar con ella al día siguiente. Y para colmo el clima típico de París no ayudaba.
Siempre lloviendo o nublado.
El aburrido departamento y los amigos que no logró ver gracias a su trabajo.
Todo en su vida era más triste sin Paul a su lado.
Media hora había pasado, ahora eran las 8 de la noche, se supone que Paul tendría que estar en casa a esa hora... Tal vez ya estuviera de camino a Francia. ¿Y si no?
Tomó el teléfono y marcó otra vez.
-Paul...- rió nerviosamente- Este es el ... Perdí la cuenta, tal vez sexto mensaje que te dejo. Lo siento, por favor llámame. ¿Vendrás? Habrá una cena después de la premier. Ya sabes. Por cierto, ¿cómo está Martha?... Te amo- Colgó lentamente, esperanzada en que de pronto la voz de Paul apareciera pero no.
Decidió hacer algo para relajarse lo más pronto posible, así que llenó la tina y la llenó de burbujas para meterse. Fue quedándose dormida mientras su cuerpo se relajaba, pero lentamente fue cayendo al agua, provocando que se despertara un tanto alarmada. Extrañaba a Paul.
Se talló el cabello y después de una ducha en la regadera se fue a dormir.
El clima no ayudaba. Su vida era angustiante sin él.
Y como por arte de magia se quedó dormida.
Pero al día siguiente Paul no había llamado y mucho menos llegado a Francia.
A las 3 de la tarde, Alice, con el estrés hasta el cuello, estaba sentada en el sillón del departamento con el periódico del día en la mano, a un lado del teléfono. Por suerte el día era soleado, por fin, y Alice era de esas personas a las que el clima influenciaba en su estado de ánimo y ver un poco de sol y cielo azul la animaban demasiado.
Sonó el teléfono.
-¿Paul eres tú?- dijo acelerada apenas contestó.
-Alice, soy Joe...
-Oh, hola Joe...- suspiró, decepcionada-
-¿Esperabas una llamada?
-Desde hace días...
-¿De Paul?
Alice rió
-Sí, de él.
-Lo siento... Alice, bueno, sólo llamaba para pedirte que no se te olvidara el dinero. ¿Ya estás lista?
-Sí, no se me olvidará y no, aún no lo estoy.
-Pues ya mero es hora, querida, alístate ya.
-Claro...- suspiró.
-Hey, ánimo, verás que el guapísimo de Paul vendrá.
Alice sonrió.
-Eso espero.
-Hasta luego, Alice.
-Adiós Joe.
Colgó. Joe era uno de sus mejores amigos ahí en Francia, lo conocía desde que estudiaba actuación era de los que más la habían apoyado cuando tuvo problemas legales. Él también había actuado en esa película. Lo único malo es que era un adicto y le había pedido dinero a Alice para comprar drogas. Alice no sabía la razón, ya que a él le iba muy bien económicamente.
Esa noche, Alice iba preciosa. Lucía un vestido rojo, ceñido al cuerpo y largo, llegándole hasta los talones, con unos zapatos altos, su cabello rubio tan resplandeciente y largo con sus labios rojos que combinaban con el vestido y contrastaban con su piel blanca.
Eran las 9 de la noche y ella subía a el auto que habían mandando para ella... Sin Paul.
Tenía un nudo en la garganta.
Llegó, fingiendo una sonrisa y abrazó a Joe. Pasaron por la prensa y ésto le recordó el día del estreno de A Hard Day's Night y lo guapos que lucían los cuatro chicos.
-Alégrate- le susurró Joe a Alice y ésta sonrió, intentando animarse aquella noche.
Entraron a ver la película, era una comedia romántica, así que Alice pudo reírse un poco, incluso de ella misma.
Miró el reloj de mano de su amigo, daban las 11 cuando salían de ahí, directo al salón donde tendrían la cena, algo muy privado.
-Hoy luces hermosa, Alice- le dijo Jerome, otro viejo amigo
-Gracias- contestó ésta, con una copa de champagne francés en la mano.
-Ven, déjame presentarte a mi esposa e hijas...- Se acercaron a una joven y dos pequeñas
-Corazón, ella es Alice, Alice ella es mi esposa Marie y ellas mis hijas; Zoe y Bridget.
-Mucho gusto- Alice estrechó la mano con Marie- Hola pequeñas- se inclinó para besar sus mejillas.
-Jerome me ha contado demasiado de ti- dijo Marie- Y es horrible por lo que pasaste ¿no?
-Oh, claro. Pero todo se solucionó ya.
-¿Puedo conocer a Paul?- preguntó Zoe, la más pequeña de 12 años.
Alice sonrió.
-Él no vendrá hoy.
-Eso no se dice, Zoe- le dijo su padre.
A lo lejos, Joe la llamaba.
-Si me disculpan...- Alice se retiro y fue a con Joe y otra amiga suya y comenzaron a platicar.
Se suponía que esa iba a ser una de las noches más especiales de su vida, pero le faltaba algo y ese algo era Paul.
Ella se había propuesto pasarla bien, pero no podía simplemente. Y eso era raro. La hacía cuestionarse, pues ella jamás había dependido o querido demasiado de un hombre.
Ya no tenía ganas de estar ahí.
Los ánimos que tuvo desde que subió al avión a París desaparecieron. Ahora sólo quería estar en Londres, en casa, en brazos de Paul.
Dieron la 1 de la mañana. No quería más estar ahí y se despidió de todos, pero Joe la acompañó hasta la puerta para darse cuenta de que una tormenta había llegado a la ciudad, nada raro.
-¿Segura que no quieres que te lleve?
-No. Tomaré un taxi en la esquina.
-Alice, pero enfermarás.
-No, estoy bien...
-Ten, toma mi saco- se lo quitó y lo puso sobre sus hombros
-Gracias, Joe- Alice lo abrazó y besó su mejilla.
Salió de ahí y caminó bajo la lluvia hacia la esquina donde tomaría un taxi, pero al instante su vestido quedó empapado igual que su cabello. Aquello era tan humillante.
El rimel se corrió cuando las lágrimas comenzaron a escurrir.
Llegó a la esquina y la calle estaba sola, no pasaría ni un taxi a esa hora ¿a quién engañaba? tenía ganas de tirarse al suelo y llorar.
¿Dónde había quedado su carácter de mujer fuerte? Lo había perdido. Si tan sólo no se hubiera enamorado.
Ahora necesitaba a Paul como si necesitara del agua.
¿Dónde estaba?
¿Qué hacía?
¿Estaba con alguien más?
¿Le había pasado algo malo?
Oh, y ella mojándose en medio de la calle, caminando a su departamento, rogando que un taxi apareciera.
Tal vez estaba exagerando, pensó, Paul estaría en su departamento cuando llegaran y harían el amor en la habitación cálida y después se dormiría en sus brazos y podría oler aquel perfume que tanto la embriagaba.
Pero, mierda, faltaba tanto para llegar y hacer realidad su visión.
Lloraba, por mientras. No quería hacerlo, era una Cook y las Cook son fuertes.
Sus pensamientos la dejaron en paz, ahora no pensaba en nada, tarareaba una canción para levantarse el ánimo, sólo se escuchaba la lluvia que ya había penetrado todas sus ropas.
NO SEAAAN! AAAAAH LAAA AMOOO ES JODIDAMENTE HERMOSA! ¡PERFECTA! |
Como fuera, ya faltaban tan solo dos cuadras para llegar a su departamento.
Pero los pasos se acercaron más y ella caminó más aprisa, con miedo.
-Oye...- Le hablaron, no volteó. Tuvo que correr y corrieron detrás de ella- ¡Hey!- le gritaban. Tropezó y el hombre la había alcanzado.
-¿Estás bien?- preguntó un hombre, brindándole la mano para levantarse
Pero Alice lo evitó y se levantó por sí sola.
-¿Qué quieres?- preguntó, aterrada.
-Nada...- El hombre se acercó a ella y la tomó de la cintura, ésta gritó- Pero me pareció que alguien tan hermosa como tú no debería de caminar por las calles a esta hora con esta lluvia.
Su francés era fluido y vulgar.
-Suéltame- Alice se soltó y corrió pero era tarde, el tipo de pronto se encontraba forzándola en un callejón.
Alice quería gritar pero le cubría la boca, pataleaba y protestaba pero era inútil, el tipo, asqueroso por cierto, la besaba y ella lloraba. Pudo darle un golpe en la entre pierna y escaparse de ahí, corriendo.
Corriendo demasiado hasta llegar al edificio donde se encontraba su departamento.
Subió las escaleras con prisa y llegó hasta su departamento. Cerró la puerta, llorando.
Había sido el peor día de su vida.
Se quitó el saco de Joe y, llorando, se sentó en el sillón, temblando de miedo y de frío.
No estaba Paul esperándola en la sala como ella lo había soñado.
Cuando estuvo un poco más calmada se decidió a tomar una ducha y dormir, pero antes, se acercó al teléfono y escuchó el mensaje de la contestadora.
-Alice... Es demasiado tarde. Son las 8 de la noche a apenas voy al aeropuerto, sé que cuando escuches esto será muy tarde. Llegaré ahí a las 12... Te amo.
Eran las 2 de la madrugada. Alice sonrió, con dolor.
Quitó su vestido y se bañó, sintiéndose mal por lo que había pasado con aquél hombre.
Sonó el timbre. Alice se exaltó. Cerró la llave del agua y se envolvió en la bata.
Se asomó por la ventana.
No tenía ganas de abrir. Quería que se quedara afuera toda la noche, mojándose como ella.
Pero iba camino a la puerta y no hizo más que abrirla.
Ahí estaba, con un ramo de rosas totalmente arruinado y él un tanto mojado.
-¿Puedo pasar?- preguntó.
Alice asintió.
-Son para ti- dijo Paul, dándole el ramo... Alice no las tomó.
-Estaré dandome un baño, ya sabes dónde esta mi habitación
-No, no lo sé.
-Pues búscala.
Alice se dio la ducha y al salir y entrar a la habitación, Paul veía televisión acostado en la cama, mientras ella se ponía algo cómodo para dormir y luego cepillaba su cabello.
-Alice... Lo siento- Dijo Paul
-Creí que jamás lo dirías- dijo Alice, poniéndose crema en la cama
-Llegué a Londres a las 7 de la tarde, Brian no me dejaba venir y ...
-¿No pudiste llamarme? ¿Escuchaste los 10 malditos mensajes que te dejé?
-Sí.
-Y no llamaste. Qué patético. Ha sido la peor noche de mi vida.
-Perdóname yo...
-Caminé una maldita hora bajo la lluvia y un hombre me acosó en un callejón
-¿¿QUÉ?!
-Pensaba que sería la noche más especial de este mes, pero no. Llegas y ni siquiera un abrazo me das. Una semana sin saber de ti. He estado tan sola. Quería que hoy estuvieras aquí, conmigo, apoyándome como yo a ti.
Paul se incorporó y fue hacia ella, abrazándola por la espalda, pues estaba sentada a la orilla de la cama
-Fui a buscarte al salón y tu amigo ¿Joe? me dijo que te habías ido y se atrevió a reclamarme el dejarte sola
-Pues tiene razón.
-¡Alice perdóname! Sé que soy un idiota. Perdón.
-Paul, sólo quiero dormir...- Alice abrió las cobijas y se recostó.
Él apagó la televisión y se acostó a su lado, la abrazó. Después de todo, era lo que ella quería; estar con él al fin.